qué lejos

Qué lejos se veía la soledad desde tu casa en la que aún fría podía desnudarme los pies y bailar con tu perro olvidando todo el silencio que tienes, porque en vez de sangre, tienes silencio.

Qué lejos se veían los viernes sin que esperaras fuera del trabajo con tu auto, tu perfume, tu galantería y una sonrisa que apenas se asomaba, tan pequeña, pero que para mí era como una enorme y colorida celebración  con miles de fuegos artificiales.

Qué lejos se veía el fin del «nosotros», de nadar en Lo de Marcos mientras tú me veías ser feliz desde tu cerveza, de La Sauceda con café y chocolate, de las cenizas de mi abuelo que no me acompañaste a presenciar, de las canciones de José Alfredo que se te atoraban en la garganta, de tus Te Amos entre dientes aferrándote a ellos sin dejarme acariciarlos.

Qué lejos te veo. Qué lejos quiero que estés.

 

 

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